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El Poder Sanador de la Lentitud

  • Foto del escritor: Ed C
    Ed C
  • 15 oct
  • 1 Min. de lectura


trabajo energetico

Ha sido un verano ocupado, y reconozco que hace tiempo que no escribo aquí.

Entre viajes, sesiones y momentos de vida, he recordado una verdad profunda: la sanación rara vez sucede con prisa.


Vivimos en un mundo que glorifica la velocidad los resultados rápidos, la gratificación instantánea, la estimulación constante pero el cuerpo se mueve a otro ritmo. No sigue los plazos de la mente ni las exigencias del entorno. El cuerpo solo confía en lo que puede sentir despacio.


En las sesiones, suele haber un momento en que el ritmo baja: la respiración se hace más profunda, la conciencia se expande, y el sistema nervioso empieza a soltar. Es ahí donde ocurre el verdadero encuentro. El tacto deja de ser técnica y se convierte en escucha. En ese silencio, el cuerpo recuerda lo que es sentirse seguro.


La lentitud no es pereza ni indulgencia. Es precisión.

Permite que lo congelado se ablande, que lo fragmentado se reúna. Invita a las partes ocultas de nosotros a mostrarse, sabiendo que serán recibidas con paciencia, no con presión.


Si hay una medicina en la que confío hoy, es esta:

Muévete más despacio que tu miedo. Respira más despacio que tus pensamientos. Siente más despacio que tu historia.

Ahí comienza la sanación — donde el cuerpo finalmente susurra: “Estoy en casa.”




 
 
 

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